Fenómenos y tecnología viejuna: Hugo (Telecinco)


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Muchos años antes de los "streamers", hubo un fenómeno que congregó cada día a miles de jóvenes, y no tan jóvenes, delante del televisor para ver cómo alguien jugaba un videojuego. Esta es la historia de "Hugo"


Hugo nace en Dinamarca, como las galletas de mantequilla que se guardan en las latas de los hilos. Lo que a la postre se convertiría en una nutrida saga de videojuegos basada en un trol de la mitología escandinava, tenía una particularidad y es que sus creadores inventaron un artilugio, el ITE-3000 (De International Television Entertaiment) conectado a 2 Commodore Amiga 3000 (de ahí el 3000).

Este artilugio permitía identificar los tonos DTMF (los tonos duales de marcación analógica que identifican a cada número cuando hacíamos llamadas desde un teléfono fijo) y los mapeaban a teclas de los Commodore, de forma que era posible manejar remotamente el ordenador y por ende, manejar un videojuego, en este caso el videojuego de Hugo.

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Esto en una época en la que Internet era todavía un invento en pañales, reservado a uso militar o ciertas universidades, y los teléfonos móviles ocupaban como los actuales ordenadores de sobremesa, parecía brujería en el medievo.

A España Hugo llegó en formato "sección" dentro del programa diario del "Telecupón", en Telecinco. Este programa, dedicado a la difusión del número ganador del sorteo diario del cupón de la ONCE, rellenaba los prolegómenos del sorteo con diversos contenidos como concursos. En julio de 1992, Carmen Sevilla y Agustín Bravo, comenzaron a recibir las llamadas de los televidentes que mientras veían por la tele el Telecupón, se enfrentaban a las distintas pantallas de Hugo (cuya voz prestaba el gran Pepe Carabias, voz entre otros de Benji de Oliver y Benji) haciendo uso del teclado físico de su teléfono fijo analógico.

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Pantallas míticas como los trenes, la montaña, el avión, que formaban y formaron parte de los videojuegos que se sacaron para diversas plataformas como Amiga, PC y Playstation. El objetivo final era salvar a la familia de Hugo (Hugolina, Rat, Rit y Rut) de las garras de Maldicia (en otros países era Scylla).


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Si viviste esta época todavía te da dentera esta escena, cuando Maldicia "arañaba" la pantalla de la TV y producía un sonido horrible.

La complicación era evidente, y es que el retardo lógico entre que el usuario ve la imagen del videojuego por televisión, ejecuta la acción en su teléfono, el sistema interpreta el tono, realiza el mapeo en el teclado y el usuario ve el resultado de su acción en televisión era notable. Era como jugar con un lag de casi 1 seg. en un juego en el que determinadas pantallas requerían cierta rapidez de decisiones. 

A pesar de ello, hubo gente que supo entender el handicap y no fueron uno ni dos los que consiguieron vencer a Maldicia y llevarse el premio (que consistía en un radio cassete, una bicicleta o derivados). Dicho sea de paso, que no estaba exento de cierta ironía que después de pelearte contra la puñetera máquina con tecnología defectuosa, la decisión final con la que vencías a Maldicia era pura suerte ya que tenías que elegir una de las tres cuerdas que colgaban en su mazmorra, de las cuales una de ellas liberaba a la familia de Hugo.

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"Excelente juego amigo, para premiar tu habilidad en llegar hasta aquí, basaremos tu victoria final en el 33,3% de las probabilidades"

Tanto dio de sí el boom de Hugo, que un año después, tuvo su propio programa, "Hugolandia", presentado por Beatriz Rico en el cual, iban por colegios de toda España retando a los alumnos para conseguir la mejor puntuación y conseguir material informático para sus aulas.

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Una generación entera cantamos aquello de "Hugo es la estrella" como lo hizo - no sin dificultades - la gran Beatriz Rico en la cabecera de Hugolandia.

Como no, también se produjo merchandising a punta pala. Además de la saga de videojuegos, que como ya he comentado fue muy extensa (llegando incluso a mi querida GameBoy), se vendieron peluches, pines, camisetas y cualquier elemento típico de las modas televisivas.

No faltó su saga de chicles. El chicle random de fresa que se rellenaba con la pegatina de turno. Estos chicles además, venían en ocasiones premiados y en el propio quiosco te daban un sobre sorpresa que contenía un personaje de Hugo con unos rascas de la suerte. Los premios iban desde una camiseta a un viaje a Eurodisney pasando por la ansiada Gameboy.

Nunca me tocó ni media, pero sí que tuve bastantes personajes y recuerdo el rascar las casillas con el corazón acelerado cuando veías los dos aviones, antes de que la ilusión se desmoronara. 

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Como todas las modas, se desinfló y más allá de los videojuegos y apariciones esporádicas ya nunca más supimos de Hugo.

Con los emuladores podemos rememorar aquellas pantallas y ser los protagonistas como lo eran aquellos niños del Telecupón, aunque no esté ya la gran Carmen Sevilla para animarnos.

Saludos y hasta mañana!